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    Mas que un manjar era la vivencia de dar lo mejor para la importancia de la visita.
















    INGREDIENTES:

    • 1 lengua de res grande limpia
    • La leche de un coco grande
    • Ajo
    • Cebolla
    • Pimentón
    • Ají dulce rojo verde y amarillo
    • Alcaparras
    • Clavos de olor
    • Sal, comino y pimienta al gusto

    PREPARACION:

    Este manjar de la gastronomía de la costa atlántica colombiana se hacia para homenajear las visitas importantes, se consideraba en aquel entonces, principios del siglo 19 la invitación a almorzar y a comer una oportunidad de socializar y agradar a los comensales que visitaban la casa de la abuela a disfrutar de su gastronomía heredada de la bisabuela Ana oriunda del municipio de Tubara, asentamiento indígena mocana del departamento del atlántico. 


    Es una de las recetas para paladares exquisitos que se deleitaban por la textura sedosa de como quedaba la carne de la lengua, que normalmente es dura y fibrosa, pero que se lograba a base de una preparación con anticipación y planeación, ya que en ese tiempo se carecía de olla de presión que hiciera ese trabajo rápido, el trabajo de primero limpiar la lengua de todo los huesos y la piel dura y áspera de la lengua de res; luego de la limpieza, se acerca el tiempo crucial del adobo, la espera, y la paciencia, paciencia que ya no hay en las cocinas de hoy en día.

    Había que mantener su cuchillo afilado para cuando puyaban  la carne con un cuchillo delgado y corto e introducir en las centenas de hoyos artificiales, de puñaladas cariñosa,  una mezcla de verduras especias que mi abuela sabia mezclar con maestría : ajo, cebolla, pimentón, ají dulce,verde rojos y amarillos, clavo de olor y alcaparras en salmuera.

    Esto se quedaba reposando medio día, cogiendo el sabor de los ingredientes y haciendo la alquimia gastronómica que la abuela le imprimía con sus gruesas manos, le daba un masaje a esas carnes de una forma que ya quisiera yo que me dieran cuando me duele el cuello o hay cansancio en la piernas de tanto estar de pie o de tanto caminar,(para mi ese era el secreto para que cualquier carne se rindieran ante ella y quedara suave) y la lengua no era la excepción.

    Poner la lengua a cocinar en la tarde del día antes de la visita a fuego lento y en leña es una trasnochada segura, pero se gozaban con los cuentos de la sombrerona, la llorona loca, los manatís que se convertían en mujeres y se llevaban a los pescadores al fondo del rio de la magdalena,y los cuentos de las faenas de cacería del abuelo donde uno escuchaba nombres de animales que solo quedaron en mi imaginación, guartinaja, la gallina negra, del monte en la region, hasta el cuento de cuando había jaguares y boas gigantes que se metían al corral a beber la leche de la vaca preñada y los nombres de los peces del rio que lograban pescar en sus aventuras. y así se pasaban las horas y ya era el otro día y habían turnos para vigilar que la olla no se secara y se perdiera la labor, después del desayuno generalmente ya la lengua estaba blanda y punto de deshacerse en el paladar, era el momento de sacar la lengua o las lenguas según la cantidad de visitas y trozarlas en rodajas de 2 centímetros con el cuchillo mas afilado de la cocina, era la labor de mi abuelo el diestro con los filos, rebanaba esa lengua en porciones iguales redondas parecían un filet mignon pero de lengua guardando las proporciones, era el momento de volver a meter la lengua en la salsa ya formada y era cuando le agregaban la leche de coco de primera rayada.

     Esa leche de un coco grande seco que daba 1 litro de leche iba directo a la olla donde estaba la lengua, la tapaban hasta que la leche de coco se evaporara y la salsa tomara un espesor especial y sensación de seda, y los olores de comida rica iba increchendo en la casa, con visos de alegría, avisando que algo bueno iba suceder en horas de plena luz y calor al filo del medio día, acompañado con puré de ñame en cebolla en vinagre y sal, otra delicia, que de acompañante iba de maravilla, y arroz de berenjenas de grano entero bien florido y abierto en blanco humeante y una ensalada modesta de lechuga, que parecía repetir las palabras sabias de la abuela que decía-  "nada se puede robarle el sabor del plato principal" todo debe resaltar el sabor de la lengua en este caso, un jugo de mango espeso. el postre una bola de tamarindo y bocadillo veleño con queso. 

    Todos bien vestidos y arreglados recibiendo la visita del bisabuelo que cumplía como era costumbre en aquel entonces, como reloj suizo o como digo yo ahora, como novio feo; puntual. 

    Y desde el espacio de mi memoria se con argumentos de recuerdos cargados de olores y sabores, que la lengua puyada en salsa de coco es para reyes y sibaritas. O simplemente para aquellos que les gusta oír o contar historias.

    ¡ Buen apetito !